Génave by Rafael Marín Trechera

Génave by Rafael Marín Trechera

autor:Rafael Marín Trechera [Marín Trechera, Rafael]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 1992-08-15T00:00:00+00:00


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Aunque su grado en el ejército de Las Comunidades no pasaba todavía de simple capitán de exploradores, Jantor Vela no quiso quedarse a un lado en unos momentos tan trascendentales para el futuro de su país y se incluyó por su cuenta en la comitiva que, bajo el signo de la bandera blanca, recorrió dos horas después el mismo camino por el que había descendido hacia la ciudad Salther. Osta Guinegal y Ronin Veterra, junto con algunos otros líderes en rebeldía, aceptando la tregua a la que se habían entregado, aceptaron ir inmediatamente al encuentro con el rey sobre el que se habían alzado en armas. Dunal Esturgeró, el general que había entregado su espada a Salther, les acompañaba. Nadie se molestó en impedir a Jantor que se les uniera en el viaje.

El rey recibió a sus antagonistas con frialdad, como correspondía a su cargo. Lo que allí hablaron ya no es motivo de este libro ni de nuestro protagonista, pues pertenece al secreto acordado y de cualquier manera ya es historia. Baste incluir que la guerra en Centule se detuvo, como todos sabéis, y que la buena voluntad por ambas partes acabó con la satisfacción común y el sacrificio de cada uno. La posibilidad de que los dos ejércitos acampados ante la ciudad se echaran las manos al cuello de un momento a otro también contribuyó en gran medida a volverlos a todos algo más razonables.

Hay dos hechos importantes que me quedan por destacar, y los dos son significativos para aclarar los penosos sucesos que tendré que empezar a relatar dentro de poco, y es relevante que se conozca a fondo de qué hablo para que pueda comprenderse un poco mejor la forma de ser y actuar de nuestro Navegante.

Jantor y los demás lo habían sabido desde hacía dos horas, cuando Dunal Esturgeró decidió que era mejor matar la espera charlando con los líderes de los rebeles y reconoció el cadáver y les aclaró el asunto, pero Salther y Corin no tuvieron noticia hasta que la delegación parlamentaria entró en la habitación del rey: Gavarre no había huido, como los dos habían supuesto erróneamente. Esturgeró, que era el único que lo conocía aparte de Corin entre todos los presentes, lo identificó como el hombre que, embozado y sin sus hábitos, había atentado la madrugada anterior contra la vida de Salther.

—Se ve que comprendió que su buena posición aquí se tambaleaba —contó Jantor—, y como el rey tu hermano | nuestro señor le había prohibido iniciar cualquier acción contra tu vida, Salther, se le vino a la cabeza la idea de matarte a cualquier precio. Un cambio de ropas y un frasquito de veneno de tejo y por poco lo consigue.

—Menos mal que tienes el oído ligero, compañero lobo, amigo.

—Ya me extrañaba a mí —continuó Jantor—, que el Mal Monje pudiera tener a sus órdenes a alguien tan loco como para intentar una acción tan descabellada.

—Si lo hubiera conseguido, desde luego —tuvo que admitir el rey—, las consecuencias habrían sido incalculables.



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